lunes, 29 de diciembre de 2008

El polvorón enmascarado II



Hay muchas escuelas acerca de cómo debe ser aprovechado todo el sabor del polvorón. Algunos opinan que la mejor manera de disfrutarlo es comprimiéndolo anteriormente entre los dedos. De esa manera se consigue que la masa quede compacta y condensas los aromas. Otros creen que el polvorón debe ser engullido como vino al mundo, sin más artificio ni más miramientos. Ver como se te va desmoronando a cada bocado dejando la alfombra de casa llena de esa harinilla es parte del espectáculo navideño. Pues bien, otros (la gran mayoría, no nos engañemos) opinamos que el polvorón es mejor dejarlo donde está, que es como el perro encadenado, si no te acercas en sus terrenos no te hará daño.

Por otra parte está la consideración de que el polvorón, a diferencia de otros suculentos manjares, es una comida caprichosa. Necesita por parte del interesado una especial atención. Así, para aclararnos, te puedes tragar una caja de bombones sin darte demasiada cuenta. Sin embargo no creo que nadie sensato en el mundo empezara comiendo polvorones uno tras otro sin darse cuenta hasta encontrar la caja vacía. No, el polvorón necesita de ti. Es ese sabor inconfundible, que lo abarca todo, que reseca la última parte de tú garganta, que te deja con el estomago pesado no pasa desapercibido.

Piensas: “¿me arriesgo?... sé que no debo, pero… a lo mejor este año han cambiado de receta o algo…” Y al final caes, te tocó el de coco. Con un humor de perros, te das cuenta una vez más que el polvorón te ha vuelto a engañar, ha vuelto a ganar la partida.

1 comentario:

Israel dijo...

JAJAJAJAJAJAJAJA! que grande!